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sábado, 28 de noviembre de 2020

Dos años.

Dos años he tardado en volver a escribir.

Dos años en los que los sentimientos no han escaseado, pero la intensidad era diferente. 

Hace mucho tiempo que ni siquiera intentaba redactar algo que se compaginara con mis emociones y en el fondo no sé exactamente qué es lo que me lo impedía. 

¿Os ha pasado alguna vez que después de mucho tiempo de haber escrito algo, lo leéis de nuevo y sentís como si fuera una persona completamente distinta la que lo creó y al mismo tiempo como si su esencia se despertara de nuevo en ti? En cierta parte es un poco escalofriante y no porque sea malo, sino porque en ese momento te percatas de cómo has cambiado o de cómo la "vida" te ha hecho evolucionar. 

Dos años he tardado en volver a escribir de verdad y digo de verdad, porque muchas veces no he escrito con la convicción de antaño, con la soltura y rapidez que le permitían a mis manos adecuarse al ritmo de mis emociones. 

Ahora veo las cosas muy diferentes y posiblemente no las plasmara tal y como están y quizá eso explique la forma de actuar y pensar que tiene la persona que se presenta delante de mi espejo. Porque ya no siento eso mismo, porque ya no quiero sentir eso mismo y no es que no me guste sino que no es sano. 

Mi consciente no pudo bloquear aquello que me hacía daño porque en el fondo sentía que necesitaba esa intensidad para poder expresarme, así que mi inconsciente lo hizo por él.  No volví a leer más los escritos, ni a acordarme de ellos. No quise escribir más porque ya no quería que englobara el mismo sentido y por ello consideraba que no serían dignos de elogio, porque creía que me falta mi "inspiración". 

Se me olvidó que yo empecé a escribir mucho antes de toparme con la "vida". 

Se me olvidó que yo no escribía por "vida", que escribía por mi, por la gente que me rodeaba, por los lectores que desearan identificarse con mis divagaciones. Se me olvidó que escribiendo era poderosa, que era capaz de alcanzar hasta el más recóndito y oscuro lado de mi alma. Se me olvidó que también me equivocaba en creer haber centrado mi escritura en un acontecimiento vital más. 

Lo peor de todo es que no me he percatado sola, sino que ha tenido que aparecer otra persona a ayudarme a recordar lo que yo misma escribía, que estaba tan bloqueada emocionalmente que ni me acordaba de quien era cuando empecé, que había manipulado mis propios recuerdos simplemente por el miedo; miedo a nunca más sentir una intensidad semejante, miedo a no querer, miedo a no volver a escribir "bien" o por lo menos a escribir con mis sentimientos a flor de piel. 

Y esto no hubiera ocurrido si hubiese tenido todo claro a mi alrededor. Pero no fue así y mi cabeza me jugó una mala pasada, me hizo considerar que solo había y podía escribir sobre ello, cuando no solo eso me daba intensidad, cuando hubo muchos más temas implicados, cuando yo era mucho más que eso. 

Una persona me dijo; "tienes que escribir de lo que sientas en este momento", y he decidido seguir su consejo. Por eso he escrito eso, porque no va de relaciones disruptivas, ni amor, ni desamor, ni crisis de identidad ni nada por el estilo. Porque estaba bloqueada emocionalmente y por fin he conseguido desanudar las falsas creencias que mi inconsciente, loco por ayudarme a proseguir, me estableció. 

Así que gracias, gracias inconsciente por cooperar en mi vida, gracias consciente por ponerte de acuerdo con tu antagonista, gracias porque era en ese momento lo que necesitaba pero ya no. Porque las cosas se ven de otra forma, porque ya no necesito esa intensidad para sentirlo todo, porque quiero recuperar lo que verdaderamente fui mucho más allá de lo que me hiciste creer inconsciente.

Y sobre todo, gracias a ti, que sé que estás leyendo esto, gracias por ayudarme en algo que ni yo misma sabía que necesitaba. 


domingo, 16 de diciembre de 2018

Sin palabras.

Supongo que de eso se trataba.


Nunca fueron las palabras expresadas, ni siquiera las acciones que comentaban los de alrededor.
No fueron ni las apariencias, ni las curiosas casualidades por las que acabábamos encontrándonos en nuestros recónditos caminos. 
No fueron esas frases ni todos los miedos que las cubrían.
No fue ni el "adiós" que te dije, ni el "hola" tan banal que balbuceé cuando mis ojos volvieron a cruzarse con los tuyos. 

No, supongo que nunca se trató de eso.


Entonces, ¿de qué se trata? ¿Qué circuito sigue todo esto?

Desconozco la respuesta, pero quizá sea eso lo que más me cautive.
Tal vez se trate de ese vaivén de sentimientos que se entremezclan en mi corazón. Tal vez sean las miradas que se divagan entre la multitud o las palabras que no fueron añadidas a inconcluyentes discursos. Tal vez fue ese revoloteo de emociones o el impacto de sentirlo todo de una vez. 
Tal vez fueron las ganas de querer vivir todo o puede que fuera el entrelazar los dedos sin necesidad de rogarlo. 

Quizá se trataba de eso; de no tener que definir nada, de simplemente sentirlo; vivirlo; que se ensanche el corazón cada vez que nos expresamos una mínima muestra de afecto.

El no explicarlo, el no darnos un nombre, el sentirnos cerca sin que nuestros labios se enlacen, el hablar de mil temas anodinos compensados con otros tantos reflexivos, el cavilar de distinta apariencia y querer lo mismo.


Sí, deduzco que de eso se trataba. 

La ausencia de palabras y el rebosamiento de emociones. 
Los "nada" precedidos por aquellas frases que al pronunciarlas preferíamos ocultar.
Las anécdotas que hacen palpitar mucho más de lo que deseamos reconocer.
El escudriñarse a lo lejos.
El sonreír sin explicar por qué.
El ser tan dispares y concluir en el mismo sentimiento
El querer, desear, tener y no admitir
El ser todo y hablar como si nada.
El ser uno y expresar un no.
El besar a tantos y sentir con tan pocos.

Si, seguramente eso era y ojalá nunca pueda ser definido, porque las palabras solo podrían empequeñecer a la gran vorágine de sentimientos que se manifiestan al juntarnos.

sábado, 24 de marzo de 2018

Tan de nadie, tan como nadie.

Ella, tan ella, tan suya, tan de nadie, tan como nadie.
Ella arrasaba por dónde pisaba, quemaba todo a su alrededor; era capaz de prender cualquier mecha y decidió encender la mía.

Jamás me topé con una mirada que me hiciera arder de esa forma. Era de las que traspasaba tu raciocinio con un insulso parpadeo y bueno... esa noche me parpadeó varias veces.

Quizá fue el calor del ambiente, el intenso picor de mi garganta provocado por la suma de copas que bebí o esas malditas ganas que tenía de ella; pero una vez más no pude evitarlo (o no quise; en el fondo nunca quería parar)


Él, tan él, tan suyo, tan de nadie, tan como nadie.
Él era impredecible, puede que previsible si conseguías adentrarte en su mundo. Era cabal, no confiaba en nadie; creo que a día de hoy no ha conseguido llegar a hacerlo. Él era de los que recataban sueños y decidió dejar morir  mis anhelos.

Jamás volví a escuchar una voz que embelesara como la suya. Era de los que convertían su retórica en su arma más letal y bueno... esa noche me regaló los oídos varias veces.

Quizá fue la elevada temperatura de ese conocido lugar, las copas de más que se acababan continuamente o esa tentación que residía en mí cada vez que mis signos vitales le presentían; pero volví a caer... siempre volvíamos a caer.


Ella, tan ella, tan suya, tan de nadie, tan como nadie.
Adoraba la forma en la que me miraba. Siempre tan penetrante. Nunca pude resistirme a sus ojos, fueron mi perdición; incluso actualmente lo son, aunque me esfuerce en disimularlo.

Pero aquella noche no lo oculté. La quería a ella, a nadie más. A ella le gustaba competir, le encantaba quitarme la mirada justo en el momento en que yo estaba a punto de caer. Pero no solo ella era fan de ganar; yo adoraba también fijar mi vista en ella para que cuando decidiera volver su cabeza, mi mirada ya no estuviera posada en sus preciosos ojos.

Quizá fueron las canciones que aceleraban mi cuerpo, las veces que mi cabeza repetía su maldito nombre o las noches que buscaba otros clavos y ninguna conseguía borrar su huella, pero me dejé arrasar... nos dejamos arrasar.


Él, tan él, tan suyo, tan de nadie, tan como nadie.
Nunca supe definir exactamente qué sentimientos recorrían mi cuerpo cada vez que él estaba cerca. Era una mezcla de calor y frío; como cuando el invierno viene solapado de la primavera, o como cuando tu cuerpo empieza a arder y doler hasta que llega un momento en el que, con todo tu ser quemado, dejas de sentirlo; te evades, te dejas llevar.

Y así como si nunca antes hubiera ocurrido de nuevo, como si fuéramos novatos, como si no supiéramos las consecuencias que se desatarían posteriormente (en el fondo no las sabíamos ni de lejos), nos dejamos llevar... no el uno por el otro; sino por la situación, pues ella se hizo dueña de nosotros antes de que nos quisiéramos dar cuenta.



Ellos, tan ellos, tan suyos, tan de ellos, tan como ellos.
Él no era de los que se quedaban y casi mejor, porque ella tampoco era de las que esperaba. Eso de los amores imposibles no iba con ellos.

Ella decidió prender la última mecha a expensas de saber que todo iba a volver a ser arrasado. Él se limitó a dejar morir sus anhelos; congelar la mecha que ella consiguió encender.

Fuego y hielo se unieron y a pesar de lo que podáis creer; ninguno imperó sobre el otro. El fuego calentaba al hielo cuando se enfriaba demasiado y el hielo calmaba al fuego cuando éste ardía en exceso.

Y así es como él y ella se quemaron juntos... porque el hielo, cuando se expone demasiado es capaz de abrasar... y eso él lo sabía muy bien...


sábado, 20 de enero de 2018

El punto de inflexión.

Llega un momento en tu vida (el cual pensabas que jamás sucedería) que todo te satura, que hasta lo más insignificante te ahoga, que no aguantas ninguna insidia y mucho menos hipocresías.

Ese momento es como un punto de inflexión ¿sabes? Es como si a partir de ahí todo en ti cambiara, aunque lo de tu alrededor siga tan monótono como de costumbre.

Sientes como si algo te oprimiera el pecho, como si estuvieras gritando y nadie te oyera, como un revoltijo de emociones que se presentan, se despiden y vuelven a reaparecer al cabo de un tiempo. Es una sensación extraña y con la cual no sabes lidiar.

Tus puntos de vista dan un giro de 180º. Te dejan de importar cosas (e incluso personas) que antes venerabas con especial devoción. No sabes ni siquiera como has llegado a esta situación, hasta tal estado en el cual parece como si tuvieras un aplanamiento afectivo, en otras palabras; te importa todo una puta mierda. 

Es gracioso porque seguro que muchos dicen "ah sí, yo sentí eso mismo el otro día". Pero no. Os aseguro que no es solo cosa de dos días. Es de mucho más. 

Empieza con un mero sentimiento de tristeza y desencadena en emociones contradictorias. A todo eso se le suma la increíble fuerza de voluntad que tienes que echarle para fingir que sigues bien, que todo en tu vida progresa adecuadamente,  porque claro... ¿quién va a querer estar al lado de alguien que esté jodido por dentro? Nadie, esos solo son unos aguafiestas.

¿Y sabéis lo más sorprendente? Que habrá personas que digan "¿por qué no me contaste nada? te habría ayudado...?" Pues porque no. Como he dicho, hay un gran aplanamiento afectivo; no sientes la necesidad de contarlo a tu libre albedrío, no tienes ganas de sacar la mierda a pasear para luego tener que encerrarla de nuevo en el cajón, no te apetece decir nada porque hay veces en las que incluso llegas a concebir la magnífica idea de que puedes afrontarlo "by your own", así; en inglés, porque el inglés siempre queda más curtido.

Y no te creas que es una idea tan descabellada porque esa falsa seguridad a veces te saca de muchos aprietos.

Luego vienen cuando la matan, es decir, cuando te dicen:
- "Tía has cambiado": ¿Qué he cambiado? No hija mía no, no he cambiado; a mi me han cambiado; que es algo muy distinto. 
- "Tía estás más borde": Hombre es que si quieres me pinto una puta sonrisa en la cara cuando lo único que quiero es fugarme de aquí.
- "Tía que pasota te has vuelto últimamente": Para aguantarte a ti mejor ser así.
- "Jo ya no te ríes tanto": Si quieres me río de ti, que me lo pones a huevo.

Todas esas afirmaciones son fruto de la falsa creencia de que el dolor solo se manifiesta en el momento del impacto, es decir, que solo tienes derecho a estar jodido un par de días, semanas meses, etc; depende de cuan grave sea la pérdida. Pero tú de que vas creyéndote dueño de mis sentimientos y diciéndome a mi con tu vaga concepción de la vida que no esté triste. Si yo no estoy apesadumbrada, yo lo que estoy es cabreada porque imbéciles como tú creen que por el hecho de que tengas un par de ovarios, te levantes todas las mañanas con fuerza (aunque poco a poco se te vaya apagando), finjas que vaya todo sobre ruedas se crean que no tienes derecho a rendirte de vez en cuando. ¿De qué coño vas?

Y no me gusta rendirme. Jamás en mi vida  me lo he permitido, aunque confesaré que en determinadas circunstancias lo he deseado con toda mi alma. Pero no lo he hecho. De alguna manera u otra he seguido con mi par de ovarios, el cual he mencionado anteriormente. Por eso creo que estoy escribiendo todo esto, porque ya no soporto callarme según que cosas, porque estoy rodeada de falsedad y ya no puedo más.

No. No penséis que busco vuestro consuelo ni que por vuestra cabeza pase el fugaz pensamiento de "pobrecita". No. Me importáis una mierda ¿recordáis? Solo quería dejar constancia de que esta sensación existe y de que muchas personas (más de las que creéis) la siente y eso da realmente pavor. Miedo porque te cambia entera, te devora y no deja nada de ti, nada de tu antiguo yo y es realmente aterrador...

sábado, 2 de diciembre de 2017

La chica del alma rota.

A ti, chica del alma rota. 


A ti, que caminas por la calle sin detenerte, que miras hacia abajo para evitar tropezar con tus pasos, que ni el frío te impide salir, que olvidas en qué rumbo ibas o incluso no llegas a proponerte un destino claro.

A ti, que sueñas más despierta que dormida, que rehuyes a la gente para luego abrazarte a tu peluche, que te duermes llorando y te despiertas riendo porque te niegas a hundirte, que pisas con fuerza pero miras con pesadumbre.

A ti, que eres más de noche que de día, que prefieres la soledad de la luna que la algarabía del sol, que buscas la evasión como el respirar pero luego acabas volviendo a las mimas costumbres, que sueñas con viajes eternos pero te acabas quedando parada.

A ti, que cantas a viva voz cuando nadie te oye pero... pero nada porque también lo haces cuando estás rodeada de gente,.

A ti, que amas reír pero ocultas tu sonrisa tras tus manos, que te cuestionas todo y todo te cuestiona a ti, que no eres capaz de dejar un tema sin finalizar... esa testarudez tuya te llevó muchas veces a sorpresas desagradables, y aun así no te quedas sin enterarte del final.

A ti, que ya no crees que nadie, que sigues adelante por no dejarte vencer, que el dolor te pesa. Sí. Pero por tus narices tú sigues adelante.

A ti, que se te están comiendo y sin embargo no te dejas hundir.

A ti, que la vida a veces se te apodera y te niegas a admitirlo.

A ti, que siendo tan pequeña eres tan grande.

A ti, chica del alma rota, quiero decirte que estoy contigo; como siempre, que saldrás de esta y de todas las que vengan ¿sabes por qué? Porque las chicas con el alma rota ya no tienen nada más que perder, solo les queda no rendirse y en eso tú eres una experta.

Chica del alma rota, que sepas que yo sí estoy a tu lado, porque las personas con luz propia brillan hasta con el alma desquebrajada. 

Mi pequeña chica del alma rota...

sábado, 4 de noviembre de 2017

Y tú ¿quién eres?

Yo soy yo; ni soy tú, ni ellos, ni nadie más excepto yo y solo yo.


Yo soy de las que no se callan ni debajo del agua, de las que no les importa gritar sin con ello consigue ser escuchada, de las que actúa antes de pensar y luego llega a la conclusión de que debería haber reflexionado un poco más, de las que empieza a cantar para evadirse de la realidad, de las que sueñan con cada melodía.

Yo soy de las que le gusta la noche, de las que si salen; salen para arrasar con todo, de las que nunca acaban con la última, de las que disfrutan con cada canción que el DJ toca, de las que berrea como si la afonía no existiera, de las que baila como un pato mareado y sin embargo no le importa, de las que pasan por la calle y les miras como diciendo "¿de verdad se puede estar tan loca?"

Yo soy de las que vive el momento porque sino el momento vivirá sobre ella. Yo soy de las que piensa en el pasado, sí, pero solo se permite una pesadumbre de poco tiempo, de las que siente nostalgia por sentimientos que se divagaron con los años, pero no deja que eso la consuma. No. Yo soy de las que echa de menos pero también echa de más. Yo soy de las que no olvidan, pero recuerda solo lo que le interesa.

Yo soy de las complicadas, de las que aunque hagas 3 doctorados jamás conseguirás entenderlas, de las que te lo desbarajustan todo, de las que intentan controlar hasta lo incontrolable, de las raras encantadoras, de las que son claras y directas, pero también de las que se van por las ramas de vez en cuando, de las que se impone objetivos por los cuales lucha hasta el final e incluso se castiga a ella misma si no los consigue.

Yo soy fortaleza y debilidad entremezcladas. Me explico; yo soy de las que lloran de rabia, ira, contención, dolor, arrebato, miedo y pasión. Sí, lloro más de una vez y a veces me hundo. Pero también soy de las que se levantan, de las que cada golpe que le dan es solo una cuenta atrás para lanzar su ataque, de las que protestan contra la adversidad, de las que no se dejan achantar por nadie, de las que no se rinden; porque siempre ha podido y siempre podrá.

Yo soy de las que el orgullo les ciega, pero ojo, también soy de las que lo dejan atrás por alguien que merece la pena. Yo soy de las que crean corazas adaptadas a su imagen y necesidad, y si crees que puedes llegar a romperlas te equivocas, pues también soy de las supervivientes; de las que son capaces de hundirte si vas a por ellas. Yo soy de las luchadoras; de las que les encantan lo difícil... a veces demasiado.

Yo soy de las que siguen adelante, de las que les gusta cantar bajo la lluvia mientras los demás se refugian... como si el agua fuera más dañina que ellos mismos. Yo soy de las que se dejan llevar por sus instintos, pero también de las precavidas; de las que necesita meditar todo aunque luego acabe haciendo lo que su subconsciente impone.

Yo soy de las que de vez en cuando necesita evadirse de este mundo, de las que huyen un rato para organizar sus ideas, sus pensamientos, sus sentimientos; pero luego vuelve. Yo soy de las que siempre vuelven si el lugar merece su interés. No te equivoques, yo no soy cobarde; yo soy de las que se permite hundirse para luego resurgir con más fuerza.

Yo soy de las te quiebran la cabeza, de las que no puedes seguir el ritmo, de las que parecen una cosa y luego es todo lo contrario, de las que no te puedes sacar de la cabeza, de las que te llegan al corazón aunque intentes impedirlo, de las que dejan huella, de las que te gritan, se enfadan con facilidad, son crueles en determinadas ocasiones y hasta pueden mandarlo todo a la mierda si se sienten intimidadas; pero también soy de las que lo da todo por aquellos que tienen un hueco en su corazón.

Yo soy de las temperamentales, pero también de las racionales; de las que se desquician y actúan por convicciones, o de las que piensan todo detenidamente y actúan con propiedad... pero al final nada sirve.

Yo soy ira y odio, pero también alegría y cariño. Yo soy racionalidad y tranquilidad, pero también pasión y descontrol. Yo soy de las concisas, pero también de las que lanzan indirectas. Yo soy de las que buscan algo, pero también de las que encuentran algo distinto. Yo soy todo lo inimaginable.

Y no. Nunca seré como tú quieras que sea. Nunca seré como ellos quieren que sea. Yo siempre tendré ese espíritu rebelde que me acompañará el resto de mi vida. Y no lo olvidéis, soy de las que cuánto más la hundáis, con más fuerza resurgirá.




domingo, 20 de agosto de 2017

¿Amor de verano?

<<Nosotros no somos como ellos; nunca lo fuimos y te aseguro que nunca lo seremos.>>

Estás en frente de mí. Me miras fijamente sin saber muy bien que decir. Prefieres que el silencio se haga dueño de la situación. Sé perfectamente lo que ronda por tu cabeza. Lo recuerdas todo, al igual que yo y por esa misma razón ninguno de los dos nos hemos marchado.
Querido, confesaré que te he echado de menos. Las noches se hacían interminables sin el calor que nuestros cuerpos desprendían al entrar en contacto.
No sé exactamente qué debería hacer. Mis extremidades comienzan a cobrar vida y me llevan lejos de ti. Pero esta vez no estoy segura de si continuarás ese famoso juego que empezamos aquel verano…

<<Eres la única capaz de volverme loco>>

Ya no me sorprendo de volverte a encontrar. Sé de sobras que no se puede luchar contra el destino. Te observo desconcertado. El tiempo ha ejercido su trabajo en ti. Estás distinta, aunque he de reconocer que tú siempre fuiste diferente. Quizá por ello nuestros caminos convergieron aquel verano.
Querida, confesaré que te he echado de menos. Los inviernos eran aún más fríos si no eran tus manos las que dibujaban esos infinitos por mi espalda.
Y sí, vuelvo a seguirte entre las calles que cada verano son testigos de este quebradero de cabeza que es nuestra relación. Y sí, aunque pasara mil y una noches sin tenerte entre mis brazos, en el momento en que nuestras miradas se fusionaran desatarían el huracán más atroz que jamás arrasó este planeta.

<<Somos un secreto que no puede ser expuesto>>

Has vuelto a hacerlo y a pesar de que mi corazón dé gritos de júbilo, me muestro impasible. Nunca podíamos hablar de amor ¿recuerdas? Lo nuestro solo debía ser un amor de verano, uno de esos que se viven una vez y luego se olvida… pero el destino no tenía planeado eso para nosotros.
Querido, confesaré que contigo soy yo misma, que si quiero gritar al horizonte tú gritas conmigo, que si necesito soñar despierta tú me cuentas tus sueños más recónditos, que si esto es amor no quiero que vuelva a ser otoño.
Lo sé. Sé que no puede ser posible, pero… ¿y sí? Nada. Olvídalo. Bésame y hazme evadirme de todos los días que taché en el calendario para volver a verte.

<<Solo baila>>

No puedo evitarlo. Es imposible no caer en la tentación de mirarte de reojo. Estás en la pista de baile con tus amigos. Siempre me encantó tu risa y tus ganas locas de bailar, aunque no supieras qué canción era. Te gustaba ser libre. Hablabas de la libertad como tu mayor tesoro. Eran esos momentos en los que me enamoraba más de ti. Pero dolía; dolía en lo más profundo de mi alma porque también eran esos momentos en los que me daba cuenta que a un espíritu libre no puedes atarle, y mucho menos amarrarle con un amor eterno.
Querida, confesaré que contigo soy otro, otro que te quiere como el primer verano; pero no te pide que te quedes, otro que de vez en cuando te busca en otras a pesar de que jamás lo logrará, otro que conoce lo que tu sientes por mí; pero sabe que las relaciones nunca serán lo tuyo.
Lo sé. Sé que lo nuestro es distinto a todo lo que hemos acontecido, pero sigue doliendo cada otoño…

<<Lo nuestro es infinitamente más intenso que cualquier historia de amor que se entremezcle en nuestro camino.>>

Te amé. Me amaste. Nos amamos. Nos amamos de una manera que nunca sentirás con otra, de una forma que ha querido salir toda su vida a la luz pero que al mismo tiempo debe ser ocultada.
Querido, no digas nada. No les cuentes a los demás que yo fui la culpable de los dos botones perdidos de tu camisa, de ese pequeño arañazo que sobresale por tu cuello, de ese desprecio que sientes a cualquier mujer que te pide algo más que una noche llena de pasión, de esa imposibilidad de fijarte en otra. Porque ellas no son yo, ellas no tienen mi nombre, ellas no llevan mi esencia, ellas no te vuelven loco. No.

<<Este es el final.>>


El final de una historia que solo fue vivida varios veranos, pero que fue sentida todas dos vidas. El final de algo que no tiene un comienzo claro, pero que ha persistido en nuestra mente constantemente. El final de otro capítulo de esta historia que desquebraja cada intento de ser cabal. El final de sentirnos libres estando unidos. El final de verano, pero te aseguro que no el nuestro. No querida, recuerda que el verano puede acabar, pero siempre vendrá uno nuevo…